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La gota que quebró el silencio
Cuando los insultos del heredero invadieron la oficina, Gabriel tejió su propia salida y descubrió hasta dónde llega el poder de quien decide no callar.
Esta historia está basada en hechos reales.
Dejá la tuya aquí.
Los nombres han sido cambiados para proteger a sus protagonistas.
I. Pequeñas grietas
“Al principio solo eran chispazos”, recuerda Gabriel, 42 años entonces. En 2012 lo habían contratado en una pyme familiar de Buenos Aires para profesionalizar el área de RR. HH. Cuatro años después, su rutina incluía diseñar planes de capacitación, negociar paritarias y contener a los equipos. Pero también lidiar con los estallidos del hijo menor de uno de los dueños: portazos, gritos ininteligibles, reproches por cualquier detalle. Gabriel tomó nota mental: esto no va a terminar bien.
II. El ecosistema se envenena
Cada semana aparecía una nueva señal. Empleados que pedían cambio de sector, renuncias inesperadas, rumores de favoritismos. “Me insultaba delante de mi gente, me dejaba sin autoridad”, confiesa. El hijo del dueño, recién ascendido a director, descargaba su frustración en público; nadie lo frenaba. El resto —accionistas, gerentes pares— hacía equilibrio para no convertirse en blanco.
Gabriel, curtido en conflictos laborales, decidió documentarlo todo: fechas, testigos, palabras textuales. Sabía que el manual corporativo rara vez contempla el nepotismo.
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