¡Nos vemos en Tribunales!

Supo que sus días estaban contados.

Esta historia está basada en hechos reales.
Los nombres han sido cambiados para proteger a sus protagonistas.

A veces, el lujo y el prestigio conviven con la miseria y la mezquindad. En el momento en que dijo que no iba a trabajar más los fines de semana, Florencia supo que sus días en ese estudio jurídico top estaban contados. 

A nadie le gustaba ir a la oficina sábados y domingos, pero esa costumbre se había instalado hacía ya tiempo y los miembros del equipo se organizaban lo mejor que podían para cubrir los turnos. Durante los cuatro años que fue asistente, Florencia no pudo hacer demasiado. Pero ni bien la ascendieron a jefa, fue a hablar del tema con la gente de Recursos Humanos. 

No era justo, las horas extra no estaban especificadas en el contrato laboral y encima nos pagaban con Ticket Canasta, así que no veíamos un peso. ¡No nos hacía ninguna gracias pasar un domingo de 9 a 18 en la oficina! Fui una y otra vez a expresar la disconformidad de todo el equipo. Era la única que se quejaba porque los demás tenían miedo de que los despidieran. 

Así pasaba los días, las semanas y los meses, hasta que Florencia se hartó de no ser escuchada y se plantó. 

Fui al frente sin medias tintas y le informé al departamento de Recursos Humanos: “No trabajo más los fines de semana. No está en mi contrato y no tengo ganas de pasar mi tiempo haciendo algo que no quiero hacer y por lo que no me pagan”.

Un mes después, al ingresar en las lujosas oficinas, Florencia fue llamada por Recursos Humanos. El despido invocando causa justa no la sorprendió. Inició un reclamo por vía judicial. Lo que más le costó fue encontrar testigos que accedieran a declarar en el juicio. Los compañeros no querían exponerse a ser despedidos y solo accedieron aquellos que ya no trabajaban en el estudio.

El juicio duró dos años y lo gané. Obtuve una indemnizacion que era el triple de lo que me correspondia inicialmente. Además, la Justicia Laboral multó al estudio y el antecedente judicial ayudó a que otros empleados hicieran el mismo reclamo y les saliera favorable. 

Hoy Florencia tiene un trabajo estable en el que la aprecian y la respetan. Igual, cuando le preguntan qué aprendió de aquella experiencia, su respuesta es muy enfática: NUNCA te pongas la camiseta de NINGUNA empresa. Ponete la tuya. Es la única que te va a salvar si las cosas cambian. Y siempre pueden cambiar. 

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