Llamados inesperados

El teléfono puede ser fuente de desventuras o una puerta abierta a cumplir los sueños más locos.

Esta historia está basada en hechos reales.
Los nombres han sido cambiados para proteger a sus protagonistas.

Una mañana, mientras estaba en la oficina, sonó el teléfono. La voz de mi mamá me anunció que había llegado un telegrama de despido. 

Así fue como Gustavo se enteró de que lo habían desvinculado de su posición como diseñador gráfico en una empresa de indumentaria, donde, además de diseñar estampados para las colecciones, tenía a su cargo la comunicación de más de treinta sucursales, la página web y los catálogos. 

En el segundo semestre de 2001, la economía argentina estaba a punto de colapsar. Aunque la empresa tenía un perfil bastante alto y era la principal auspiciante de un reconocido programa de televisión, el clima era extraño. Había despidos y suspensiones. El propio Gustavo había atravesado una suspensión por falta de trabajo unos meses antes. 

Colgué el teléfono. Sentí que se me helaba la sangre. Fui a encarar a mi jefe directo que, con una mezcla de incomodidad y resignación, me confirmó que la decisión venía de arriba y que la fábrica cerraría sus puertas más temprano que tarde. 

El despido lo dejaba sin trabajo en un momento muy difícil, pero le abría la posibilidad de recuperar el tiempo y la motivación para enfocarse en terminar el último año de la universidad. Y aunque todavía no lo sabía, también lo iba a poner frente a la oportunidad de un trabajo soñado. 

Unos meses después de recibirme, cuando todavía estaba sin trabajo fijo, recibí otra llamada inesperada. Era el director de la agencia de diseño en la que yo soñaba trabajar y al que, casi un año atrás, le había enviado mi curriculum. Ese papel que había quedado olvidado en el fondo de un cajón, vio la luz en el momento justo. 

Después de haber sido descartado por una empresa, Gustavo encontró su pasión en el diseño de packaging sustentable y economía circular. Justamente, en el proceso de encontrar valor donde otros ven descarte.

Porque no todo lo que se desecha está perdido. A veces, solo hace falta mirarlo distinto.

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