Legajo Número 2

Con 15 años en la empresa y el legajo número dos, Damián era casi un miembro fundador...

Esta historia está basada en hechos reales.
Los nombres han sido cambiados para proteger a sus protagonistas.

 

—Acomodame un poquito los valores, así el ente controlador se queda contento. 
—Me parece que no es correcto. 
—Pero se puede hacer. 
—Sí, claro que se puede, pero no se debe. 
—Dale, vos podés. 
—Conseguime una autorización por escrito y lo hago. 

Como jefe de Sistemas, Damián podía acceder a toda la información y los procesos de la empresa y “acomodar” los valores de acuerdo a lo que pedían desde la empresa madre. A partir de su negativa, el clima laboral se enrareció. Además, como decidieron hacerlo sin su ayuda y salió mal, el vínculo se tensó al máximo. Parecía que el departamento de Damián era el culpable de todo lo malo que pasaba en la empresa. De nada valieron los años de experiencia y fidelidad. 

Volví de vacaciones y advertí que había reuniones de las que me excluían. Tampoco me permitían tomar decisiones que habitualmente estaban bajo mi responsabilidad. Un día, me llamaron a una sala de reuniones y me comunicaron que estaba afuera. Además, la indemnización me la pagaban en seis cheques. Nunca recibí el telegrama de despido. Solo firmamos un acta ahí mismo. 

Damián dice que tuvo que aceptar las condiciones leoninas que le impusieron porque con su pareja estaban esperando un bebé y no era el mejor momento para afrontar varios años de litigio. También dice que aprendió que nada es eterno, ni siquiera siendo el legajo dos de la empresa, y que luego del mal trato y de la bronca, se dio cuenta de que su honestidad tiene valor pero no tiene precio. 

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