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Ironía Cruel: el día que llegaron los cambios
Lo que pedía Alberto, lo tuvieron los demás después de que él se fuera
Esta historia está basada en hechos reales.
Dejá la tuya aquí.
Los nombres han sido cambiados para proteger a sus protagonistas.
El viernes, a última hora, lo llamaron desde Recursos Humanos. Alberto había pasado el día revisando planos y cerrando los últimos detalles de un proyecto. No imaginaba que la cita no era para discutir entregas ni correcciones:
—Tenés que firmar unos papeles en el estudio de abogados. Está todo bien, pero necesitamos asegurarnos de que no haya reclamos.
En ese instante, el “todo bien” se volvió una ironía difícil de tragar.
La voz que incomodaba
Durante un año y cuatro meses, Alberto había sido parte de la oficina técnica de una empresa constructora de estructuras metálicas. Dibujos de fabricación, pedidos de materiales, a veces dirección de obra. Hacía lo que correspondía, pero también se animaba a pedir lo que muchos callaban.
“Impulsaba junto con otros compañeros la posibilidad de tener un día de home office, mejora salarial, mejores condiciones”, recuerda.
Lo que para él era sentido común, la empresa lo escuchaba como ruido. Hasta que un día se volvió demasiado.
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