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Lo que importa es la gramática

Empresa en llamas... y el foco en cualquier otro lado

Esta historia está basada en hechos reales.
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Los nombres han sido cambiados para proteger a sus protagonistas.

Marianella estaba a las órdenes de un CEO ineficiente y abusivo, en una empresa en llamas… pero, para ese señor, lo más importante era que la gramática de su asistente fuese impecable. 

—Le pido mil disculpas, el señor Pearson acaba de avisarme que tuvo un inconveniente y no va a poder llegar a la reunión. 

—...

—Entiendo que es un proyecto importante y que es para la NASA. Vuelvo a pedirle disculpas. Por favor, agendemos un nuevo encuentro para la semana que viene.  

Las excusas de último momento por ausencias injustificadas eran moneda corriente en el día a día de Marianella como asistente del CEO de una empresa tecnológica orientada al diseño de dispositivos médicos. Llevaba la agenda, respondía correos electrónicos por él y gestionaba su LinkedIn, estaba a cargo del reclutamiento y los onboardings. Y, obviamente, tenía un repertorio de excusas para justificar a su jefe por ausencias repetidas, llegadas tarde y desplantes a clientes que cualquier otra persona en sus cabales cuidaría como oro. 

El CEO tenía serios problemas de conducta. Se autopercibía un genio y trabajaba 16 horas por día, pero la mayor parte del tiempo la pasaba corrigiendo mi gramática en inglés y editando el manual de procedimientos. Mientras tanto, la empresa estaba en llamas, los contadores pasaban semanas esperando la aprobación de los estados contables y los deadlines con clientes no se cumplían. 

Entre noviembre y diciembre de 2024 renunciaron todos los empleados en remoto que trabajaban desde Argentina. Era como una película de terror. Marianella estaba obligada a compartir su calendario personal y el CEO siempre cambiaba las reuniones de catch up justo para los horarios en los que ella tenía agendada alguna actividad privada. 

Pretendía disponer de mi tiempo las 24 horas los 7 días de la semana. La última vez que hicimos facturación, fue un domingo desde las doce de la noche hasta las tres de la mañana, cuando le dije que me iba a dormir.

El CEO nunca entraba a las reuniones virtuales con los potenciales clientes. Pero la culpa la teníamos los empleados. El clima de trabajo era infernal. Ese jefe se alimentaba del miedo que infundía en todos los que lo rodeábamos. Amaba que le tuvieran miedo. 

Un podría preguntarse cómo conseguía clientes con ese desmanejo, las ausencias, la descortesía y el maltrato. La respuesta es fácil: un familiar muy cercano tenía contactos con las universidades más importantes de los Estados Unidos y era quien conseguía las reuniones y, sobre todo, las subvenciones. 

Empecé a declinar todas las reuniones fuera de hora, sabiendo lo que se venía. El día que me despidió fue la primera vez que entró en un Google Meet a la hora prevista. Yo ya había decidido renunciar y se lo dije. Se asombró. Soy una mujer adulta con una trayectoria laboral de la que me siento orgullosa. ¡No le iba a tener miedo a un personaje como este! 

Marianella, que trabajó asistiendo a Directores, CEOs y funcionarios; en multinacionales, en embajadas y en el Banco Mundial, no nombra a esta empresa en su LinkedIn porque no quiere que la asocien con ese CEO. Desde que salió de ese entorno tóxico, ayudó a muchas sus excompañeras a conseguir trabajos en empresas donde no haya abusos ni malos tratos.

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