Me contrataron para asado y terminé sushi

Esta historia está basada en hechos reales.
Los nombres han sido cambiados para proteger a sus protagonistas.

A Leandro le dijeron que era bueno. Que sus habilidades blandas eran notables. Que su liderazgo técnico era valorado. Pero también le dijeron que eso no alcanzaba. Y lo despidieron.

Había entrado a esa empresa multinacional con entusiasmo, sabiendo que el mundo de la consultoría SAP exigía mucho pero también ofrecía oportunidades reales de crecimiento. Durante un año y medio lideró equipos, resolvió proyectos, puso el cuerpo y la cabeza. Hasta que empezaron las tensiones con su primer líder: diferencias profesionales, visiones que no encajaban. Y aunque tenía otro referente que sí valoraba su trabajo, el peso del primero inclinó la balanza.

"Básicamente me contrataron para hacer un asado y terminé haciendo sushi", dice Leandro. Lo pusieron en una posición donde se esperaba que supiera todo de un módulo de SAP que nunca había manejado. Aun así, se las arregló para sostener el barco el mayor tiempo posible. Hasta que llegó el llamado de Recursos Humanos.

En la llamada estaban los dos líderes. Uno elogió su desempeño; el otro lo desestimó. Ganó el segundo.

Pero afuera, lejos de ese entorno que lo había encajonado, Leandro despegó. En poco tiempo comenzó a liderar equipos cada vez más grandes, hasta llegar a coordinar a casi 30 personas. "Fue una injusticia que me empujó hacia donde realmente quería estar", dice ahora, con la certeza de que aquel sushi forzado fue el último plato que no eligió.

Y hoy, por suerte, vuelve a hacer asado.

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